La Hipertensión o elevada presión arterial, es un problema que no suele anunciarse con gran cantidad de síntomas, más bien, suele ocultarse actuando en silencio, por eso también se le conoce como la “enfermedad silenciosa”.
Una persona puede no saber que presenta Hipertensión hasta que tiene un Infarto o un Derrame Cerebral; por eso es muy importante que se chequee periódicamente la presión sanguínea.
Con un simple chequeo usted podrá saber si tiene Hipertensión, así el médico podrá tomar las medidas para controlarla, y de esa manera evitar problemas.
Chequear su presión arterial es aún más importante si usted tiene Diabetes. Las personas con Diabetes tienen seis veces más de riesgo de desarrollar Hipertensión comparado con aquéllas que no tienen Diabetes.
La Hipertensión puede hacer que la insuficiencia renal aparezca más rápidamente si usted tiene problemas con el riñón o Nefropatía Diabética, y algunos expertos aseguran también, que la Hipertensión permite que progrese la Retinopatía Diabética, que es una complicación de la Diabetes en los ojos.
La Hipertensión daña los vasos sanguíneos; estos pequeños vasos alimentan los órganos del cuerpo, y el daño ocasionado a ellos puede afectar su cerebro, corazón, riñones, etc. Eventualmente su médico puede diagnosticarle Hipertensión y aconsejarle que haga ejercicio, mantenga un régimen nutricional adecuado, cambie ciertos hábitos de vida y le podrá recetar algún medicamento, pero el resto dependerá de usted.
¿Cómo se crea la presión en la sangre?
Con cada latido, la sangre es bombeada del corazón a los vasos sanguíneos. Primero la sangre pasa por la arteria Aorta (la más grande del cuerpo humano), de ahí circula por los vasos, cada vez más pequeños. La presión que la sangre ejerce, dependerá del volumen de la sangre, el tamaño de los vasos sanguíneos y la fuerza y velocidad con que la sangre es bombeada por el corazón. En personas con Hipertensión uno o más de estos factores no son normales.
Volumen de sangre
El cuerpo humano tiene alrededor de cinco litros de sangre y la mitad está compuesta por sal y agua. Cuando la cantidad de agua y sal aumentan, el volumen de la sangre aumenta, por lo tanto, la presión de la sangre también aumenta.
Los riñones y las glándulas suprarrenales (que están ubicadas encima de los riñones) regulan el volumen de sangre, al regular la cantidad de agua y sal que debe haber. En circunstancias normales, si una persona come mucha sal y luego toma mucha agua, los riñones expulsarán por la orina el exceso de ambas. Esto hace que el volumen de agua y sal en la sangre permanezcan en niveles normales, por lo tanto, el volumen de la sangre no se incrementa y por consiguiente la presión de ésta sobre las arterias y vasos, tampoco aumenta.
Si por el contrario, los riñones detectan que el volumen de la sangre es bajo, envían una señal a las glándulas suprarrenales y éstas producen Aldosterona, que es una hormona que ayuda a los riñones a limitar la sal y el agua expulsadas por la orina, ayudando a que aumente el volumen de la sangre.
Tamaño de los vasos sanguíneos
El volumen de la sangre es un factor importante para que aumente la presión sanguínea, pero aún más importante es el grado de resistencia que la sangre pueda conseguir a su paso, mientras fluye a través de vasos cada vez más angostos. Imagine una manguera donde el agua fluye libremente, ésta no ejercerá mayor fuerza para poder salir por el extremo contrario. Ahora imagine, que coloca una tapa u obstáculo a la manguera, en ese caso, el agua debe ejercer una fuerza mayor y la presión de ésta sobre las paredes de la manguera aumentará.
De esta misma manera sucede con la sangre y los vasos sanguíneos cada vez más angostos que ejercen una mayor resistencia a la sangre creando un aumento en la presión de ésta.
Fuerza y velocidad de los latidos del corazón
Existe otro factor para el aumento de presión en la sangre, y es la fuerza y velocidad con la que el corazón bombea la sangre a los vasos sanguíneos. Mientras más rápida y fuerte es bombeada la sangre, mayor será la presión ejercida por ésta.
El corazón y los vasos sanguíneos están muy influenciados por el sistema nervioso autónomo. Este sistema controla los procesos del organismo que no requieren actos conscientes, como por ejemplo la digestión, sudoración, etc. El sistema nervioso autónomo también afecta la presión sanguínea al provocar la secreción de ciertas sustancias que alteran el diámetro de los vasos y la frecuencia e intensidad de los latidos del corazón.
Algunas de estas sustancias químicas hacen que los vasos se compriman, creando mayor resistencia al flujo sanguíneo y elevando la presión, también otros químicos hacen que los vasos se expandan, reduciendo de esta manera la presión sanguínea.
Otras sustancias químicas hacen que los latidos del corazón sean más fuertes y rápidos, lo que eleva la presión en la sangre. Cuando una persona está bajo estrés, el sistema nervioso autónomo provoca la secreción de adrenalina, aumentando la velocidad y la fuerza de los latidos del corazón y por consiguiente la presión arterial.